jueves, 17 de octubre de 2013

El despertar...

Los primeros recuerdos que tenía provenían del interior de un enorme tanque lleno de un líquido de un azul eléctrico burbujeante. No recuerdo nada anterior a eso; infancia, adolescencia, nada. El tiempo ahí dentro carecía por completo de significado. De vez en cuando se detenían delante del recipiente figuras encapuchadas distorsionadas a través del vidrio, pero no podía verlas bien como para reconocerlas y por supuesto no oía más que el eco borroso de sus conversaciones. La mayor parte del tiempo era como si flotase en el Mar Astral, carente de sensaciones, de estímulos de ningún tipo, como si yo fuese un nonato en un vientre trasparente artificial, capaz de ver el exterior mientras se produce su gestación. Pero claro, no se trataba de ningún proceso natural, y podía sentir como estaba rodeado de magia en todo momento.
Entonces, un día; ocurrió.
El Caos parecía haberse desatado fuera de la “seguridad” de mi tanque. En un momento dado tuve que cubrirme el rostro con una mano debido a un fuerte destello cercano que me obligó además a cerrar los ojos. El retumbar de explosiones pronto se hizo patente y podía notar como el cristal vibraba con fuerza. Veía a varias figuras corriendo de forma desordenada en todas direcciones mientras se sucedían los estallidos. Uno de estos lanzo a uno de los seres encapuchados hacia el recipiente y su cara se estampó contra el vidrio, y por primera vez pude ver el aspecto de aquellos que con tanta atención me observaban.
Drow.
Por supuesto en aquel momento, no sabía qué clase de seres eran, pero es algo que no tardé en averiguar. Aún a día de hoy recuerdo perfectamente las facciones de aquella criatura y la ira invade mi interior como un vendaval. Cuando apenas me había recuperado de mi sobresalto, los acontecimientos se precipitaron vertiginosamente. Primero fue la aparición de unos cuantos pelos en la superficie donde había golpeado la cabeza del drow. En instantes, el resquebrajado comenzó a expandirse en todas direcciones de forma similar a la tela de la araña que tanto veneran los elfos de la infraoscuridad. Después el cristal que contenía el líquido azul en el que yo estaba suspendido comenzó a filtrarse por las ínfimas ranuras, pero la presión era demasiada. Como si de la eclosión de un huevo se tratase, mi prisión reventó y salí despedido.
Luché por respirar, y por momentos caía en la inconsciencia mientras a mi alrededor se sucedía una cruenta lucha. Las figuras encapuchadas se debatían con fiereza, pero sus oponentes los superaban en número, y combatían de un modo sorprendente. Integraba a la perfección movimientos marciales ejecutados con maestría, con letales efectos mágicos tanto ofensivos como ofensivos. Parecían estar en todas partes ayudándose unos a otros, y por momentos pude ver como al estar a punto de recibir un golpe letal de una daga enemiga, generaban un campo mágico a su alrededor que ayudaba a desviar los golpes lo suficiente para contraatacar con la espada. Me quedé francamente impresionado por la belleza y la eficacia de tales movimientos.
Aquellos Mágicos de la Espada Eladrines dieron buena cuenta de los Drow, y al poco me desplomé inconsciente agotado, pero respirando aire por... primera vez?

No sé cuanto tiempo estuve dormido, pero desde luego mi despertar fue muy diferente a lo que hasta entonces habían sido mis ensoñaciones en aquel tanque. Me encontraba en una mullida cama en una pequeña cabaña. Me incorporé con movimientos torpes y me dirigí al umbral de la puerta. Fuera la vista era maravillosa. Estaba en una población en medio de un bosque con las edificaciones aprovechando cada nudo de los arboles para tomar forma y asentarse fundiéndose completamente con el entorno de forma natural. Mientras Elfos y Eladrines, e incluso una pequeña cantidad de humanos se movían por todas partes tanto a nivel del suelo como por las enrevesadas pasarelas que conectaban los lugares por doquier.
Me encontraba apoyado en la pasarela cuando una voz atrás me sobresaltó. Mis músculos no estaban aún en plenas condiciones, y en un acto de torpeza tropecé y comencé a precipitarme al vacío. Después de haber sido liberado de aquella prisión y todo iba a acabar de esa manera... o eso pensaba hasta que me di cuenta que estaba volando de vuelta a la pasarela! La muchacha que me había sobresaltado, una hermosa elfa ataviada con una elegante vestimenta de cuero flexible, reía divertida. Al parecer sabía que yo podía volar. Aquello me enfadó, pero su jovialidad atemperó el momento y al poco estábamos sentados dentro de la cabaña.
Aileen Whisperwind era su nombre, y aún a día de hoy me sorprende como alguien pueda tener tanta paciencia como la que ella tuvo con la interminable ristra de preguntas que tenía. Llevaba casi 5 días durmiendo y ella había estado cuidando de mí, de vuelta en Myth Drannor en el corazón del bosque de Cormanthor. Los suyos habían sabido de unas grutas ocultas entre los milenarios árboles que llevaban directamente a la infraoscuridad, y donde un grupo de Drow había montado un campamento base. Organizaron una partida para expulsarlos de ahí aunque no habían esperado encontrarse con resistencia real, entre los Drow había varios magos muy capaces, y un elfo y una eladrin perdieron la vida.
Allí, en esa base, me encontraron en medio de un laboratorio con toda suerte de macabros experimentos. El jefe de la partida de caza decidió colapsar toda la gruta y sepultar el lugar para que nadie más pudiera utilizar el acceso o realizar más atrocidades con ese material. A mí decidieron sacarme de ahí gracias al cielo! Al parecer decía mucho eso último, y tras dos días de preguntas y respuestas, Aileen decidió que ya era hora de que tuviera un nombre completo en condiciones. En mi cabeza resonaba un nombre. No se si era el mío, pero lo sentía como tal: Gareth, y sólo falto completarlo con un sobrenombre adecuado. Y tanto por mi expresión como por mi linaje (tenía la piel de un tono azulado como el de un pálido amanecer surcada por unas vetas de otro azul intenso como el de un soleado mediodía de verano y un pelo plateado que parecía estar ondeando en todo momento.), un genasí alma del viento, Aileen convino en nombrarme Gareth Skyborn. A día de hoy conservo con cariño y orgullo el nombre y no tengo intención de que eso cambie.

Los siguientes años los pasé entre las gentes de Myth Drannor, pero no estuve precisamente ocioso. Cuando no estaba estudiando libros arcanos para los que parecía tener facilidad (Ya sea como resultado de los experimentos a los que me vi sometido o por alguna afinidad innata), me encontraba practicando ese estilo de lucha que tanto me había impresionado en mi liberación. Aileen ponía a prueba constantemente mis mejores movimientos y siempre estaba un paso por delante, pero lejos de frustrarme eso me impulsaba a mejorar día tras día.
Pronto formaba parte de las partidas de caza que servían para mantener la paz en los lindes del área de influencia del reino Cormanthyr. La mayor parte de las veces sólo acabábamos con algunos incautos goblinoides que no sabían bien donde se habían metido. Pero en otras ocasiones nos enfrentábamos a bestias venidas de la tierra salvaje de las hadas. Su frecuencia de aparición por lo que me pudo contar Aileen se disparó tras la plaga de conjuros al aparecer muchas zonas donde el velo que separa ambos mundos es apenas una tenue membrana.
En una de estas expediciones, nos encontramos con una bestia que bajo cualquier prisma estaba más allá de nuestras capacidades. Pero era rápida, muy rápida y la lucha no pintaba nada bien. Tarathiel, uno de los capitanes de la Coronal y un brillante y talentoso mágico de la espada nos ordeno retirada. El contendría a la bestia para que pudiéramos huir... Aún recuerdo con dolor cuando llegamos al lugar unas horas más tarde acompañados por una pequeña hueste más preparada para expulsar a la bestia. Tarathiel yacía muerto con múltiples desgarrones por todo el cuerpo y la mitad de las tripas fuera. Pero no era lo único inerte en aquel claro. El Eladrin había vendido muy cara su derrota y aquella enorme bestia estaba muerta a su lado...
Si tan sólo hubiéramos desobedecido su orden, tal vez estuviera aún vivo, o tal vez no y serían varios los cadáveres que se enterrarían aquel día. Sabía que la muerte de Tarathiel no era en absoluto culpa mía, pero no podía dejar de reprochármelo. Ése día hice una promesa que no he roto y es que jamás huiría de una lucha mientras quedase uno solo de mis aliados luchando a mi lado y a mi me quedase una bocanada de aliento. Eso me ha llevado al borde de la muerte en más de una ocasión, pero también ha evitado la de otros.
En todo ese tiempo cada vez me sentía más unido a Aileen y era algo mutuo. Ella me había aceptado sin reservas pese a que ni yo mismo sabía muy bien de donde venía exactamente. Hubo mucha gente que no lo veía bien por nuestros diferentes orígenes incluso a pesar de que ambos servíamos como parte de la guardia de la Coronal Ilsevele. Finalmente fue ésta la que intercedió por nosotros y dio el visto bueno a nuestra unión formal. Los años que siguieron los recuerdo sin ningún atisbo de duda como los más felices de mi corta vida. Años en los que además tuvimos dos preciosos hijos. Ambos, Aileena y Tarathiel (nombrado para honrar la memoria del caído capitán de la Coronal), habían heredado la fisonomía y naturaleza élfica de su madre, pero de mí tenían los cabellos plateados y ondulantes y el szuldar (las vetas azuladas que recorren mi piel) pero de mucha menor intensidad.

Pese a que había trascurrido casi un siglo, Cormanthyr aún estaba en proceso de recuperación como reino después de la reconquista del 1374 DR, y era muy normal que se enviasen heraldos a los diferentes rincones de Faerûn con la intención de establecer lazos políticos y comerciales, o incluso tan sólo para actuar como informantes. Aunque dada mi posición no me lo esperaba, un día la propia Coronal Ilsevele me llamó a reunión para comunicarme que deseaba que partiera hacia la lejana Aguasprofundas al Oeste para hacer de enlace , donde debía contactar con Azariah Craulnober.
La despedida de Aileen y los niños fue dura, pero si algo me había enseñado mi tiempo aquí eran valores como el deber para con los tuyos, y con el tiempo, consideraba a los habitantes de Cormanthyr como mi pueblo. Me gusta pensar que han acabado por aceptarme a mi también. Si bien es cierto que en mi corazón, mi alma de genasí vibra con la perspectiva de explorar nuevos horizontes, no puedo evitar aferrarme al colgante de Aileen que llevo colgado al cuello y pensar en su cálida sonrisa. Atrás dejo definitivamente un hogar al que volver, delante de mí?

El mundo.